Era la una y media de la madrugada, el dolor de la tendinitis no me dejaba dormir bien, noté tu ausencia en la cama, tenía mi boca seca, amarga, necesitaba un traguito de algo. Me levanté y me fui a la cocina, allí estabas, te alegraste de verme, tanto que te retorciste en el tapetito del microondas, jugamos, te hice “pechito”, compartimos un traguito de leche y luego te abracé como siempre lo hacía, quería que nunca añoraras los abrazos que de bebé te dio alguna vez tu mami gatita. Te cargué y te llevé a la cama, unos minutos después sentí como te escurrías entre las cobijas para ir de nuevo a la “pillería”. Así se llamaba tu “negocio”, tu “oficio”: “Gatos Pillos la Pillería Sociedad Anónima”. Una hora y media después todo fue un caos, tu cuerpecito tendido en el piso del baño, estabas inerte, te llevamos a la cama, te dimos respiración de boca a boca, te hicimos CPR por mucho tiempo, te golpeamos tu corazoncito, y sólo pude sentirte en mis brazos en un leve reflejo, te habías ido para siempre, al Cielo de los Gatos, al Cielo de Todos.
Nos enseñaste muuuchas cosas, nos enseñaste a vivir intensamente el día a día, tú no eras una gatita común; no; jugabas durante tooodo el día, pedías mimos; ‘un pechito’, ‘un masajito de papillita con pescuezo’, ‘un cuchi de costillitas’, un ‘lomito con colita’, me levantabas las ropas de la espalda para morderme, o te trepabas ‘sigilosamente’ por la chamarra que te puse en el respaldo de mi silla de trabajo para morderme el cuello o para jalarme la ‘cola de caballo’, para ‘sorprenderme’, y es que tú amada Pillu, nunca dejaste de sorprenderme. No podía agacharme un instante sin que llegases corriendo a subirte a mis espaldas y luego ahí mordisquearme la ropa. Ah, y qué decir cuando te bañaba, amabas el agua tibia, disfrutabas tu baño, pero tu dignidad me reclamaba el haberte ‘violentado’, el haberte bañado sin mediarte una explicación, yo te troleaba con tu canción favorita y te enojabas aún más, pero te gustaba el agua. Tus esfuerzos para darte a entender fueron siempre extraordinarios, desde el momento y punto exacto en que nos conocimos trataste de esgrimir tu urgencia de ayuda con balbuceos. Te desesperaba querer articular palabras, y no lograrlo, te desesperaba al grado de enojarte contigo misma por no poder decirme con claridad aquello que tus intensiones reflejaban; -“mamá humana, mamá humana, súbeme a la barra”-, -“mamá humana, mamá humana, hazme un huequito en el sofá”-, -“mamá humana, mamá humana, ábreme la alacena”- -“mamá humana, mamá humana tengo sueño, me traes mi almohadita para acostarme junto de ti”-. Así versaban y transcurrían nuestros días, nuestras jornadas.
Llegaste y me rescataste en momentos extremadamente vulnerables para ambas, y ambas nos salvamos la una a la otra. Nos vinculamos desesperadamente, desde tu llegada no pasó un sólo día sin que jugásemos; Tú las travesuras, y yo te devolvía con cariñitos. –“¿Pillu nos echamos una siestita?”- Y nos dormíamos pegaditas. –“¿Pillu te canto?”- Te subías a mis espaldas y te cantaba. -Platícame.- Y platicábamos.
-¿De quién son, de quién son estas nalguitas?
¿De quién son, de quién son, de quién son estas patitas?
¿De quién es, de quién es, de quién esta colita?
¿De quién es, de quién es esta gatita?-
Amaba tus gestos faciales, tus miradas de odio y tus sonrisas francas. Tenías una maravillosa forma de sonreírme cuando te mimaba, cuando te retrataba. Me contagiaste veinte veces tu conjuntivitis crónica, sí ya sé, compartíamos goteros y medicamentos. Siempre odié tu excesiva curiosidad, sacabas con tu garrita los espaguetis de la olla, hurgabas las bolsas, me robabas los espárragos, sacabas objetos de los objetos, revisabas las acelgas y los brócolis, siempre estuviste buscando algo, intuías la mecánica y el funcionamiento de todo, y aunque odiaba tu curiosidad, yo misma te la fomenté, era tu forma de mostrarme tu inteligencia. Y así te amaba, curiosa e inteligente, en la búsqueda.
En mi familia siempre hubo mascotas, muchas mascotas, pero nunca un gato, algunas de nuestras favoritas como el viejo Kazán e Igorcito se distinguieron por su personalidad e inteligencia, pero tú Tirgú, los superaste a todos. Tu personalidad; frágil y fuerte, tu amorosidad infinita, tu intuición para proteger a los desposeídos rescatados, tu inteligencia privilegiada, tu sagacidad creativa, tu capacidad de discernir ante las emergencias, todos fueron dones únicos, auténticamente fuiste una “persona no humana”. Me despertaste cuando los ladrones abrieron el carro de la vecina, me despertaste cuando los ladrones abrieron nuestra furgoneta, y en ambas ocasiones tu urgencia de llamarme logró frustrar los robos. La primera vez que quisiste despertarme, no te hice caso, y se inundó la casa, en la segunda ya había aprendido a confiar en Ti y lograste salvar que nos inundáramos. Fuiste una compañera de camino maravillosa, siempre alerta durante las noches de carretera, despierta, mirando la ruta, platicándome con balbuceos, o sentadita en la codera justo a mi lado.
-Cuéntamelo, cuéntamelo todo…-
-Maumaumaumaumau.-
-¿Eso, y qué más pasó?-
-Maumaumaumaumau.-
-¡Dios santo! ¿Y qué más?-
-Maumaumaumaumau.-
Me enseñaste que Tú podías confiar absolutamente en mí, pero que a pesar de tu confianza en mí, jamás te desharías de tu instinto, idéntico que mi vida y labor en los barcos, en el Mar. Así, cuando te esterilicé te entregaste por completo a mis cuidados, al igual que cuando te llegaste a enfermar. Y Tú cuidaste de mí sin despegarte un segundo de mi almohada cuando me dio la meningitis, sólo podía confiar en tus poderes sanadores y en mí. Para curarte, darte la medicina o ponerte las gotitas de manzanilla en tus ojitos, nunca me opusiste resistencia, confiabas; confiabas y agradecías. Al principio fueron los premios, ya después fue sólo tu confianza y tu instinto, saber que nunca nos haríamos daño la una a la otra.
“Pedacito de Gato”, “Demonia”, “Changa” (en el carro), “Looombriz”, “Pillu”, “¡Tania María del Tirgú!” (Cuando me hacías desvariar), Tirgú.
Apenas me despertaba y si no amanecías acostada en la cama, te llamaba: -“Tirgú es una lombriz, looombriz, looombriz feliz. Tirgú es una lombriz, feliz, feliz, feliiiz…”.
Tirgú, Pedacito de Gato Pillo, Pillu:
Te agradezco "ser circunstancial" que viniste a mi vida y yo a la tuya a enseñarnos tanto, has cumplido plenamente tu felina misión, has dejado un inmenso legado de amor y enseñanza de gratitud. Gracias pequeñita por mostrarme otra faz de mi propia vida que estuvo por años reprimida, gracias porque gracias a Ti dimos esperanza a muchas y muchos de los tuyos. Gracias por enseñarme tanto sobre DIGNIDAD, gracias por enseñarme a vivir cada instante con travesuras y alegrías, gracias por cuidar de mí en la enfermedad. Gracias por agradecerme siempre el habernos conocido. ¡GRACIAS TIRGÚ!
“Esa patita no es de un gatito, esa patita no es de un gatito, esa patita es de un conejito, de un conejito, de un conejiiito…”
Con todo mi amor, y la esperanza de que el Cosmos, en otro plano, alguna vez vuelva a hacernos tripulación juntas. Ahora vuela, vuela pequeña, vuela en alma, ya sin la fragilidad de tu pequeño y delicado cuerpecito.
Te amo:
Tania María del Tirgú Asunción y Guadalupe.
PS:
-Mamá humana no hay comida.-
-Pillu, sí hay comida.-
-No mamá humana; no hay.-
-Pillu no seas mentirosa; sí hay.-
-Mira mamá humana es muy poquita; no hay...-
-¡Pillu!-
#ConversacionesConUnaGato